Sin Política no hay Pascua.
El tan mentado “triunfo de la
vida sobre la muerte” es una afirmación biológica, cósmica, universal.
La semilla que brota, millones de
semillas, que no todas fecundan, pero es el ritmo inevitable de los ciclos
naturales.
Las culturas muy tempranamente
trataron de descifrar y “nombrar” este
“ritmo”.
Entendieron que había que
festejar, celebrar, compartir una nueva cosecha. Las semillas volvieron a
crecer.
En la Biblia se encuentran
fundamentalmente dos celebraciones ligadas a estos ritmos, la cosecha y la
ofrenda de los primeros frutos.
Todas las culturas tienen sus
fiestas agrícolas: celebrar este equilibrio natural.
Pero la fiesta de la Pascua no es
agrícola, es política. Una fiesta de liberación popular contra un imperio opresor.
Si la tradición cristiana pronto
llamó “Pascua” a la resurrección no lo hizo negando esta mirada política, al
contrario, la profundizaba.
De aquella liberación del opresor
egipcio a la liberación de todas las opresiones como centro de la insurrección
de Jesús ante sus asesinos.
La tradición eclesial
“espiritualizó” tanto a estos acontecimientos, tergiversó tanto los hechos, que ahora no se trata de liberarse de toda
opresión, si no del “perdón de los
pecados”.
De un desafío político, donde se
pone en juego el poder de los pueblos contra el poder de los amos, se pasó a
una tarea individual, interior, subjetiva contra “el pecado”.
La semana santa es la semana
política por antonomasia.
Una de las consecuencias de esta
inversión del sentido “pascual” es el crecimiento de la “anti política” o en
todo caso, de la apatía política de muchos cristianos.
Hace décadas denunciamos que la
separación “de la fe y la vida” es uno de los males de nuestro tiempo, para ser
más precisos, la separación de “la fe y la política” diríamos ahora.
Cuando con razón advertimos en
amplios sectores sociales el desprecio por la política, o peor aún la
despolitización y por lo tanto desmovilización militante, debemos mirar a la
responsabilidad de aquellos discursos religiosos que han enmascarado la Pascua.
Y si no hay política en sentido
pascual, resurgen los totalitarismos sectarios, violentos, dogmáticos,
depredadores, la política de los poseedores.
Así, la resurrección no es tanto
un hecho puntual, si no un horizonte constante.
Un horizonte que debemos
intentar.
Nicolás Alessio.
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