lunes, 11 de diciembre de 2023

Hay que sufrir ahora, el cielo...ya veremos.




Sacrificio, para quienes?

Una larga tradición religiosa cristiana ha sostenido con mucha fuerza la necesidad de sufrir para conseguir el “cielo”.

Una pésima lectura de la “cruz” y de algunos textos que parecen decir que lo que el Padre del cielo quiere, desea e impone es el sufrimiento para sus hijos e hijas.

Una teología sacrificial que, hay que admitirlo, está presente en corrientes del pensamiento bíblico y arraiga profundamente en el sentir popular.

Esta manera de ver ha tenido consecuencias sociales tremendas.

Justificar las peores situaciones de explotación, de masacre, de muerte, de sangre derramada “porque después” llegará el premio.

El sistema económico que asume esta mirada y la predica, simplificando mucho, es el de “libre mercado” (sobre todo durante los 90, hoy hablaríamos más de un colonialismo financiero global).

Así se multiplican los discursos de “se vienen tiempos duros”, los “ajustes necesarios duelen”, serán “momentos muy difíciles”, serán meses “arduos”.

Lo que no se dice, y deliberadamente se oculta, es que tanta penuria no es para todos, y que al final, la tierra prometida, es una gran estafa.

Ya lo vivimos.

Los que “pagan el costo” son siempre los mismos: niños, mujeres, jóvenes, trabajadores formales e informales, pequeños comerciantes, excluidos, minorías étnicas, de género, campesinas, cuenta propistas, desocupados, pequeñas industrias y también la clase media.

Y los que se benefician también son siempre los mismos: bancos, financieras, agroexportadoras, agroalimentarias, mineras, mesas de dinero y los que fugan dólares a paraísos fiscales.

El nuevo gobierno recita este credo mentiroso.

El en “altar” del mercado no queremos más “sacrificios”.

Y no lo vamos a permitir.

Dios, tampoco lo quiere.

jueves, 31 de agosto de 2023

Becerros de oro.

 


No adorarás becerros de oro.

Milei, profeta de mentiras.

 

En la década de los 90, auge del “pensamiento único”, del “fin de las ideologías”, de la imposición del “nuevo orden mundial”, en Latinoamérica se impuso la “economía de libre mercado”. El “mercado” sería el regulador natural para el desarrollo, la justicia social, el crecimiento económico, el bienestar de los pueblos.

Desde la teología rápidamente advertimos el engaño y comenzamos a hablar del “dios mercado”. Un dios que exigía cada vez mayores sacrificios a los sectores populares en aras de grandilocuentes promesas que terminaron en un fracaso estrepitoso.

Pero era tan honda y tan fuerte la creencia, la “fe” en “el mercado” que sus características delinearon una nueva idolatría. Con las características de toda idolatría: engaño, fraude, sacrificios y más sufrimiento.

“ …los mecanismos del mercado …conllevan el riesgo de una «idolatría» del mercado” J. Pablo II CA 40

Ahora la situación es aún más grave. Ese “libre mercado” ha multiplicado sus tentáculos a una velocidad inaudita. Las nuevas tecnologías lo hacen posible.

Además, ha profundizado su presencia global con una característica aún más destructiva, la meramente especulativa.

Un nuevo colonialismo financiero global idolátrico.

La cuestión idólatra que tiene el mercado como fetiche, es solo y nada menos, que una versión moderna de aquella advertencia del Evangelio: “no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero”.

Las expresiones de Milei, en su torpe extravagancia, esconden esta aún más grave idolatría. Milei es el profeta de mentiras, capaz de sacrificar vidas humanas en pos de falsas promesas.

La “dolarización” es el engaño mayor, el canto de sirena, la manzana envenenada, de la “nueva idolatría del dinero” de la que habla Francisco.

Entendemos la insatisfacción democrática y somos empáticos con los que votaron a “la libertad avanza” y sabemos que no han votado lo que realmente prometen.

Pero hay que advertir la gravedad de la situación.

Toda idolatría es criminal.

Y este ídolo ya lo ha demostrado.

Grupo Sacerdotal Enrique Angelelli

Ateneo Enrique Angelelli

Movimiento Recuperar lo Nuestro

Red Nacional de Fe y Política

CEBs. Autoconvocadas.

miércoles, 12 de abril de 2023

Sin Política, no hay Pascua.

 

Sin Política no hay Pascua.

 


El tan mentado “triunfo de la vida sobre la muerte” es una afirmación biológica, cósmica, universal.

La semilla que brota, millones de semillas, que no todas fecundan, pero es el ritmo inevitable de los ciclos naturales.

Las culturas muy tempranamente trataron de descifrar y “nombrar”  este “ritmo”.

Entendieron que había que festejar, celebrar, compartir una nueva cosecha. Las semillas volvieron a crecer.

En la Biblia se encuentran fundamentalmente dos celebraciones ligadas a estos ritmos, la cosecha y la ofrenda de los primeros frutos.

Todas las culturas tienen sus fiestas agrícolas: celebrar este equilibrio natural.

Pero la fiesta de la Pascua no es agrícola, es política. Una fiesta de liberación popular contra un imperio opresor.

Si la tradición cristiana pronto llamó “Pascua” a la resurrección no lo hizo negando esta mirada política, al contrario, la profundizaba.

De aquella liberación del opresor egipcio a la liberación de todas las opresiones como centro de la insurrección de Jesús ante sus asesinos.

La tradición eclesial “espiritualizó” tanto a estos acontecimientos, tergiversó tanto los hechos,  que ahora no se trata de liberarse de toda opresión, si no del  “perdón de los pecados”.

De un desafío político, donde se pone en juego el poder de los pueblos contra el poder de los amos, se pasó a una tarea individual, interior, subjetiva contra “el pecado”.

La semana santa es la semana política por antonomasia.

Una de las consecuencias de esta inversión del sentido “pascual” es el crecimiento de la “anti política” o en todo caso, de la apatía política de muchos cristianos.

Hace décadas denunciamos que la separación “de la fe y la vida” es uno de los males de nuestro tiempo, para ser más precisos, la separación de “la fe y la política” diríamos ahora.

Cuando con razón advertimos en amplios sectores sociales el desprecio por la política, o peor aún la despolitización y por lo tanto desmovilización militante, debemos mirar a la responsabilidad de aquellos discursos religiosos que han enmascarado la Pascua.

Y si no hay política en sentido pascual, resurgen los totalitarismos sectarios, violentos, dogmáticos, depredadores, la política de los poseedores.

Así, la resurrección no es tanto un hecho puntual, si no un horizonte constante.

Un horizonte que debemos intentar.

Nicolás Alessio.