Sacrificio, para quienes?
Una larga tradición religiosa cristiana ha sostenido
con mucha fuerza la necesidad de sufrir para conseguir el “cielo”.
Una pésima lectura de la “cruz” y de algunos textos
que parecen decir que lo que el Padre del cielo quiere, desea e impone es el
sufrimiento para sus hijos e hijas.
Una teología sacrificial que, hay que admitirlo, está
presente en corrientes del pensamiento bíblico y arraiga profundamente en el
sentir popular.
Esta manera de ver ha tenido consecuencias sociales tremendas.
Justificar las peores situaciones de explotación, de
masacre, de muerte, de sangre derramada “porque después” llegará el premio.
El sistema económico que asume esta mirada y la
predica, simplificando mucho, es el de “libre mercado” (sobre todo durante los
90, hoy hablaríamos más de un colonialismo financiero global).
Así se multiplican los discursos de “se vienen tiempos
duros”, los “ajustes necesarios duelen”, serán “momentos muy difíciles”, serán
meses “arduos”.
Lo que no se dice, y deliberadamente se oculta, es que
tanta penuria no es para todos, y que al final, la tierra prometida, es una
gran estafa.
Ya lo vivimos.
Los que “pagan el costo” son siempre los mismos:
niños, mujeres, jóvenes, trabajadores formales e informales, pequeños comerciantes,
excluidos, minorías étnicas, de género, campesinas, cuenta propistas,
desocupados, pequeñas industrias y también la clase media.
Y los que se benefician también son siempre los
mismos: bancos, financieras, agroexportadoras, agroalimentarias, mineras, mesas
de dinero y los que fugan dólares a paraísos fiscales.
El nuevo gobierno recita este credo mentiroso.
El en “altar” del mercado no queremos más
“sacrificios”.
Y no lo vamos a permitir.
Dios, tampoco lo quiere.
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