jueves, 11 de agosto de 2022

Negar a los mártires. Negar la Buena Nueva . A 46 años asesinato de Enrique Angelelli

 




Negar a los mártires

Negar la Buena Nueva

 

Nicolás Alessio teólogo

 

 

A 46 Años del asesinato del Enrique Angelelli.

 

 

La negación puntillosa y sistemática del martirio de Angelelli tiene como marco la negación puntillosa y sistemática de los mártires en Argentina en particular y de Latinoamérica en general.

 

No solo ocultaron el asesinato de Angelelli y no solo en Argentina.

 

La complicidad de las cúpulas eclesiásticas con las diversas dictaduras en todo el continente, gestadas al calor del auge neoliberal y la Doctrina de Seguridad Nacional, les impide reconocer a esa multitud de mártires.

 

Los documentos que acreditan esta complicidad son abundantes y contundentes[1].

 

Lo que nos gustaría esbozar ahora es la perspectiva religiosa, teológica de esta complicidad y negación.

 

Lo que es mucho más grave si tenemos en cuenta que son los mismos quienes, por el contrarío, tienen la tarea de predicar el Evangelio y claramente tenían el imperativo moral de“no olvidar a los mártires y custodiar sus testimonios”[2].

 

Pablo es perseguido por los judíos porque predica “el escándalo de la cruz” y dirá a la comunidad de Corinto: ”…nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos piedra de tropiezo, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” I Cor 1,23

 

El “poder y la sabiduría” de Dios se manifiestan en la sangre derramada de los asesinados. Ese poder y esa sabiduría se encarnan en las víctimas, las rescatan de las sombras de la muerte injusta, violenta, agresiva.

 

La muerte de Jesús asesinado, la cruz, es un eje central de los Evangelios, de la predicación cristiana, por una simple razón, sin esa muerte trágica, no hay resurrección, en definitiva no hay posibilidad de una “buena nueva” para los todos los crucificados de la historia. Dios no sería creíble.

 

Olvidar, descuidar, negar, esconder, silenciar a los mártires es una manera de negar la esperanza. La tozuda esperanza cristiana no tendría valor ni sentido sin la cruz. Las víctimas pueden tener esperanza porque conocenen sus propios cuerpos que todo está perdido, entonces si, se puede “esperar contra toda esperanza” (Rom 4,18).

 

Esperar aún cuando las harinas y los aceites ya se han acabado en el desierto (I Reyes 17,12).

 

La esperanza es eso, aún en la muerte amenazante, sostener el horizonte de la vida.

 

Sin memoria martirial no hay fe cristiana auténtica, por eso, en términos  estrictamente religiosos cristianos, esta mudez de las jerarquías eclesiásticas no solo atenta contra los valores humanos, los derechos humanos, si no que deja estéril la raíz de la identidad cristiana: la solidaridad con las víctimas inocentes.

 

La centralidad de la fe es la resurrección. Utopía o topía como conquista de las víctimas. La fe nos sostiene en las derrotas, en el dolor, en las sangres derramadas. Es la fe la que nos permite un salto vivificante, aun en la tragedia. 

 

Y necesariamente, en este camino de traición al mensaje cristiano, también se niega el amor, que es la negación de Dios mismo.

 

¿Acaso el amor no tiene su cúspide en “dar la vida”?

 

Por eso, la complicidad eclesial no solo es grave desde el punto de vista social, político, es gravísimo también desde el punto de vista teológico, religioso. Afecta el núcleo de la fe, desprecia la centralidad del mensaje cristiano. Se trata, en términos clásicos, una apostasía flagrante. Un pecado mortal.

 

Pero hay más. Los Juicios por Memoria Verdad y Justicia, por la “verdad histórica”, en Argentina, han sido contundentes para acreditar un sistema ordenado y planificado genocida.

 

Por eso, negar a los mártires o minimizar sus testimonios, sus compromisos, es una sutil y no tan sutil manera de negar la maquinaria ideológica genocida. Maquinaria que en términos teológicos ha sido la idolatría de mercado[3].

 

Esta negación ordenada y estructurada de las víctimas de este sistema idolátrico hace a las jerarquías eclesiales no solo participantes desde el “silencio” sino autores necesarios del genocidio.

 

El memorial del sufrimiento[4] inocente deja de tener sentido, se pierde, se licúa.

 

Sin ese memorial, como dijimos, no hay ni esperanza, ni fe y amor.

 

Por lo tanto, pierde arraigo y pierde razón de ser la ”ecclesia” la asamblea responsable de sostener la memoria de sus víctimas. 

 

En definitiva, es la mayor profanación posible de la pasión del crucificado.

 

Agosto 2022

 

 

 



[1] Elaboración, Ocultamiento y Negación del Crimen, Luis Miguel Baroneto, Ed. Centro Tiempo Latinoamericano. Casa Angelelli, 2022

 

[2]“La Iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires: « Sanguismartyrum, semen christianorum »..Al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de mártires. Las persecuciones de creyentes —sacerdotes, religiosos y laicos— han supuesto una gran siembra de mártires en varias partes del mundo. El testimonio ofrecido a Cristo hasta el derramamiento de la sangre se ha hecho patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes…Es un testimonio que no hay que olvidar. La Iglesia de los primeros siglos, aun encontrando notables dificultades organizativas, se dedicó a fijar en martirologios el testimonio de los mártires. Tales martirologios han sido constantemente actualizados a través de los siglos, y en el libro de santos y beatos de la Iglesia han entrado no sólo aquellos que vertieron la sangre por Cristo, sino también maestros de la fe, misioneros, confesores, obispos, presbíteros, vírgenes, cónyuges, viudas, niños.En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi « militiignoti » de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia sus testimonios… es preciso que las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria. Esto ha de tener un sentido y una elocuencia ecuménica…”  TertioMillennioAdvenienten° 37

 

[3] Hay una extensa bibliografía al respecto. “La idolatría del mercado” Hugo Assmann

Departamento Ecuménico de Investigaciones, 1997

 

[4]Memoria passionis: Una evocación provocadora en una sociedad pluralista” Johann Baptist Metz Marzo 2007

 

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